lunes, 25 de julio de 2011
una escena
La gran película no es más que un recuerdo de una excelente escena para la mente de Arthur. En su cabeza ya no están Marlon Brando, Robert Redford o Jane Fonda. Tampoco le importó la escena antológica en que matan a Bubber o que la película retrate el contexto social de una época y un lugar determinados. Arthur la vio porque leyó que el director era tocayo suyo. Y le gustó.
viernes, 15 de julio de 2011
lágrimas
martes, 12 de julio de 2011
jugando con fuego
Termina la película y Arthur baja corriendo al living de su casa. En algún lado tienen que estar esas dos escopetas que acaba de ver en el film. Reconoce el desorden en el que vive y se promete, una vez más, limpiar y ordenar al otro día. Revisa por todos lados. Se fija en sitios en los que hace años que no eran mirados por algún humano. Cada cajón, caja o ropero puede pasar de ser un mugroso contendor de mugre a un tesoro de perlas y diamantes con solo albergar en él o ella las dos escopetas que Arthur heredó de su abuelo, que éste había heredado, a su vez, de su abuelo. El abuelo de su abuelo las usaba para cazar, en Irlanda. Su abuelo las exhibía orgulloso en el living de su casa, en Almagro. Arthur no sabía dónde las tenía pero por primera vez estaba desesperado por tenerlas en sus manos. O por segunda vez, ya que la primera vez había sido cuando las agarró de la casa del difunto, peleándose con gran parte de la familia, argumentando que para él eran muy valiosas y que el abuelo siempre le contaba las historias de su abuelo con gran ímpetu y que eso, para él, para Arthur, era muy importante, significaba mucho más que dos simples escopetas; y así seguía, con tal de que los otros creyeran en la emoción que pretendía cubrir las notables ganas que de vender esos rifles no al mejor postor, sino al primero que por ellos soltara algún billete. No las vendió porque se habrá olvidado de llevarlas a algún lado o porque no encontró el momento oportuno para hacerlo y ahora estaban en algún lugar de la casa.
El último lugar posible era el baúl de los recuerdos. Él lo llamaba así pero en el baúl no había recuerdos sino cosas que no sirven para nada. Para recordar, tal vez. Pero para recordar lo mal y solo que se está en esta vida. Ahí encontró, por ejemplo, el vestido que usó su madre cuando se casó con su padrastro; un yo-yo de madera, con el que Arthur jugaba cuando era chico; revistas que le había regalado un tío y que él nunca había leído; un osito de peluche que no sabía de quién era ni cómo había terminado ahí; el mantel que usaban en su casa de pequeño sólo para navidad y año nuevo; una foto de Carnaval cuando era chico, y atrás de la foto decía: “Te quiero como sos”. La letra, inconfundible, era de Anabela. Sos una maldita perra, dice Arthur en voz alta, casi gritando y con la marca presente de algunas de las películas que vio esta semana. ¿Como soy? ¿Cómo soy? Soy desordenado, sucio, algo gordo, peludo, y muchas cosas más. Pero entre las muchas cosas que soy, soy una persona que no comparte casi nada con vos, puta. Eso es lo que más te gusta de mí, ¿verdad?
lunes, 11 de julio de 2011
dinosaurio
Arthur tuvo un sueño que está dibujado en Internet: http://www.mantrulcomics.com.ar/comics/00482-peliculas-resumidas-9/. Había visto Jurassic Park porque estando con Carnaval se le dio por pensar que quizás éste era descendiente de dinosaurios. Cosa que seguramente sea cierta, tan cierta como incomprobable.
Arthur recuerda el sueño que tuvo y la película que vio y se imagina a muchos Carnaval gigantes, herbívoros, veloces, dientudos, con colas largas. Todos del mismo color. Se imagina con Anabela alimentando a los animalitos, dándoles de comer en la boca, los dos solos (en cuanto a humanos) en un tiempo infinito, recostados en alguna rama de algún árbol inmenso.
martes, 5 de julio de 2011
acción
Ahora Truffaut le dice que se pare y baje a la cocina. En la cocina le dice: vos te parás acá, girás para la derecha, ponés el agua para el té y te apoyás de espaldas en la mesada. Después aparece Carnaval, vos le acariciás la cabeza y caminás hasta la ventana. Escena última y final: vos contra el marco de la ventana viendo cómo nieva en la calle, exhalás cerca del vidrio, zoom al vidrio empañado, comienzan a aparecer los títulos.