martes, 18 de septiembre de 2012
con Carnaval
La pelota pica en el piso, luego en la pared y no vuelve a picar en el
piso. A veces pica una vez en el piso y ya no vuelve a picar. Otras veces no
pica nunca. Arthur tira la pelota una y otra vez. Carnaval corre siempre igual
de cansado, siempre igual de entusiasmado, como perro con una cola larga que se
agita para todos lados. La pelota sale de entre los dientes de Carnaval, que
apenas la deja mira a su dueño sin mover la cabeza, como levantando las cejas.
Aprovecha para tragar. Saca la lengua. Ladra una vez, dos. Arthur lo mira y le
dice: traela acá. Carnaval obedece. La pelota está llena de baba; a Arthur no
le importa, la agarra y la tira. Cada tiro es una persona de esta ciudad,
piensa Arthur. Trata de hacer carambola. La tira alto para que Carnaval la
atrape antes de que toque el suelo. Amaga a tirarla y cuando el animal sale
corriendo la arroja para otro lado. La encesta en una maceta alta. La empuja
levemente, cosa que dé cuatro o cinco vueltas en cámara lenta. La pica un par
de veces. La esconde debajo del colchón. La suelta en el aire y al instante le pega con un palo de escoba. Y siempre –siempre- Carnaval la apresa
y la lleva masticándola hasta las manos de su amo, que le dice “buen chico”
aunque sabe que no es un chico y sabe, al mismo tiempo, que –aunque crezca y ya
pese más de treinta kilos y haya que comprarle una bolsa distinta de comida,
aunque sus colmillos ya midan más de dos centímetros, aunque al moverse con la
torpeza de quien todavía no está acostumbrado a su propio cuerpo se lleve cosas
por delante, aunque si no hay pelota de por medio pueda pasarse días enteros
durmiendo, aunque en cada paseo se quiera montar a todos los de su especie- Carnaval
nunca dejará de ser un niño o más bien un cachorro. Arthur sabe lo que
significan esos lengüetazos, esos golpes con la cola, esos ladridos amistosos.
Y, por sobre todas las cosas, sabe que en ese ir y venir de la pelota, que
parece un gesto tonto e instintivo, se esconde un pacto de confianza y amistad.
Sabe que ahí estará Carnaval, para cuidarlo y protegerlo hasta que la muerte
los separe.
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