martes, 22 de enero de 2013

por aire

Yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión

Alguien puede decir que Arthur se está mirando a los ojos con un tripulante. Otro dirá que esto es imposible. Lo que pasa es que Arthur está tan concentrado –no mueve más que su mandíbula, a veces una mano-, su mirada es tan penetrante que da la impresión de que no sólo puede ver a una persona que vuela a más de ochocientos metros del nivel del mar, sino que además puede traspasar las paredes del avión en el que se transporta. El avión pasa lento. Atraviesa de punta a punta un cielo completamente despejado. Arthur no deja de verlo ni siquiera un segundo. Tal vez imagine a un niño mirando por la ventana, un niño que le dice a su madre que mire, que se ve toda la ciudad y que en un momento se queda callado, no insiste con que miren porque se entretiene viendo a un tipo que está parado en el medio de una terraza, un tipo que mira para arriba, un tipo que tiene en una de sus manos decenas de semillas de girasol, que de vez en cuando escupe la cáscara de una que tiene en la boca, pero ni por eso ni por ninguna otra cosa deja de mirar para arriba, en dirección al avión; y ahora es el niño el que parece estar mirando a Arthur a los ojos, y el esfuerzo es mucho más grande, porque es más fácil ver a un avión en el cielo desde la tierra que estar en un avión y encontrar a Arthur en una terraza de la ciudad.
Ahora Arthur se convence de que Anabella trabaja de azafata. Piensa que es entendible que en todos estos años no lo haya encontrado porque se pasa la vida viajando de acá para allá. Pero tal vez, se ilusiona, ande mucho por el cielo y cada vez que pasa por donde está la terraza de Arthur interrumpe sus labores por unos segundos y se detiene a ver si está su amado, parecido a lo que pasa en un cuento de Cortázar.
La escena tarda lo que el avión dentro del campo visual de Arthur, que está en su terraza y mira para arriba sin importarle el dolor de cuello. El sol está cayendo. Arthur al principio veía un avión en miniatura, hacía el final sólo visualiza una luz titilante en el medio del cielo.