La
vecina de al lado se llama Aurora y tiene más de ochenta años. Es una mujer no
tan alta y muy pituca. Una vez por semana una señora va a cortarle el pelo a la
casa. Aurora dice que su peluquera, además de ser una maravillosa persona, posee
dotes mágicos. Por eso además de entregarle su cabeza, después de que ella le
termine de arreglar el pelo, toman té sentadas en el living. Hablan de temas
que no les interesan para no entrar en discordia. Clima, fútbol, chismes del
mundo del espectáculo. Y para esto, para poder sostener estas conversaciones
durante tanto tiempo, a las dos no les queda otra que saber de cada uno de esos
temas. Por eso, sólo por eso, Aurora vive con la tele prendida y se baña
escuchando la radio. Cuando terminan de tomar el té la peluquera lleva las
tazas a la cocina y tiene la obligación de anotar en una pizarra que hay en la
heladera seis números de dos cifras. Cuando sale de la cocina Aurora la está
esperando en la puerta, le abre y se despiden. No le baja a abrir porque la
peluquera tiene llave de abajo.
Arthur
no habla mucho con Aurora, y tal vez por eso le caiga bien. Por la culpa de
ambos al octavo los vecinos lo llaman el piso de los tocados. Cada vez que se
cruzan en el pasillo o en el ascensor hablan de lo mismo: números. Y no porque
alguno de los dos sea contador, sino porque mientras Arthur cree en la
numerología (y piensa que su vecina tiene algo de bruja), Aurora es una
jugadora empedernida. De lunes a jueves la vieja se pasa las noches en el
casino. Vuelve a las seis de la mañana, cuando la ciudad se está despertando. El
viernes y el sábado se los pasa enteros haciendo cuentas. El domingo juega al
Quini, al Loto y al Brinco. Tanto ella como Arthur piensan que en la noche es
cuando más se puede pensar, que es en la ausencia de ciudadanos y no en el caos
del día donde se percibe la esencia de las ciudades. Son muchas las cosas en
las que coinciden, sin embargo cada uno sabe muy poco del otro. Su relación se
sostiene a fuerza de los números. Y ambos se sienten bien teniendo eso del
otro.
Los dos tienen una actividad nocturna que no pueden dejar. Y los
dos tienen un pasado marcado por el dolor y la traición. Por las noches Aurora
va al casino y Arthur mira películas, y así ambos intentan construir realidades
ajenas en su interior, tratan de escapar de su pasado. Arthur mira una película
en la que en una parte un personaje le dice a otro: “Por muy lejos que te
vayas, por mucho tiempo que estés afuera, nunca podrás escapar de tu corazón”.
Pero en ese momento por prestarle atención a la imagen no llegó a leer los
subtítulos. Cuando termina la película Arthur se va de la terraza con más sueño
que frío, deja la taza en la pileta de la cocina y cuando va a tirar el saquito
de té usado se encuentra con que el tacho está que rebalsa. Sale a tirar la
basura y se encuentra con Aurora que está bajando del ascensor. Por los vidrios
del pasillo se ve que está amaneciendo. Ella tiene puesto un tapado negro y
unos zapatos rojos que brillan, él chancletea las alpargatas y tiene el mismo
jogging y el mismo canguro de siempre. Cuando se ven se sonríen. Arthur dice:
cero seis, cuarentaidós, setentaicinco. Aurora contesta: Perro, Zapatilla,
Payaso. Ambos entran a sus respectivas casas. Se van a dormir después de una
noche más en la que a su manera se enfrentaron a eso que nunca van a dejar de
ser.