viernes, 24 de agosto de 2012
el mismo de siempre
Todos en algún momento cambiamos radicalmente nuestras vidas (y hacemos
cosas que jamás pensábamos que íbamos a hacer, cosas que quizás antes
repudiábamos, y nos vemos preguntándonos qué pensaría tal si supiera lo que
estoy haciendo ahora, y estamos convencidos de no querer volver hacer lo que
hacíamos) hasta que algo nos retrotrae a eso que fuimos antes del cambio y nos
damos cuenta de que nuestro cambio radical no había sido tan radical. Algo
parecido le pasa a Arthur cuando está viendo Bob, el jugador. En la vida de Arthur hay etapas muy marcadas. A
veces se avergüenza de lo que alguna vez fue. Otras veces recuerda con
nostalgia su infancia. Ahora está confundido, como mareado, rodeado de
nubes grises y negras, un viento que le despeina y enfría los cabellos, Carvanal parado en
la puerta, mirándolo como diciéndole qué hacés todavía ahí, no te das cuenta de
que se está por caer el cielo, con la garúa que comienza a mojar toda la ciudad
como advirtiéndola, por si alguien como Arthur no vio que en todos los noticieros
de la tarde anunciaban alerta meteorológica. En ese clima Arthur piensa en
todos los Arthur del pasado que hay en él y en cuánto de lo que ahora es él
hubo en los que fue en algún momento. Y se sorprende al darse cuenta de que en
el fondo no hay muchas diferencias, que, tal como no hay dos primeros amores o dos comidas favoritas, tampoco hay más de un Arthur en todos los Arthur de la historia
de su vida.
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