Hace varios días que algo –una angustia que le viene desde las tripas- no
lo deja ver una película. Sube a la terraza y siempre encuentra otra cosa para
hacer. Así se pasa las noches postergando las películas, regando las plantas,
preparándose un té tras otro, bañándose, fumando, leyendo revistas y hasta
ordenando la casa.
Esta noche, que se propuso ver sí o sí una película, la proyección duró poco.
Es que se aburrió a los quince minutos y prefirió escuchar unos tangos con los
ojos cerrados, acostado en la terraza, bien abrigado, sabiendo que detrás de
los párpados las estrellas celosas lo mirarán quedarse quieto y solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario