lunes, 19 de septiembre de 2011

soñando

El rocío lo despierta pero no tiene la culpa de lo enfermo que quedó después de esa siesta nocturna. Arthur casi no puede abrir los ojos. Está transpirando. Tiene fiebre y mucho frío. Le duele la ciática. Respirar le da nauseas, siente una acidez tremenda en la garganta.
Y, como si esto fuera poco, piensa.

Todo se debe a que Arthur tiene sueños parecidos a los de Kurosawa. Es que en las horas que estuvo durmiendo tuvo sueños de esos que son entre inexplicables y de tinte moralista. Arthur soñó con zombis con cuernos en la cabeza que se lo quieren comer; con una infancia dura pero feliz, que es lo mismo que decir que soñó con Anabela; con van Gogh o con un posible perro del gran pintor o con un dibujito que veía de niño; con una mujer muy hermosa (otra, que no era Asabela, pero que tampoco recuerda si en el sueño encarnaba la muerte, la tormenta o la nieve); con una aldea con ríos y molinos de agua llena de hippies; con el de la tintorería de la esquina; con los soldaditos de plomo con los que alguna vez jugó; con Sábato; con nubes de colores y experimentos hechos en el laboratorio ciencias de la escuela secundaria; con las tardes en el campo al que su tío lo llevó alguna vez, cuando niño, y el disfrutaba de las flores, la lluvia, el sol y el arco iris.
Y al despertar, el no saber qué fue sueño y qué recuerdo, lo enferma. Literalmente.
Cuando Arthur está enfermo, piensa. Se hace preguntas. Entonces se dice a sí mismo que el ser humano puede llegar a cualquier cosa. Buena o mala. Y ahí, Arthur, duda: ¿el pensamiento está dentro de la naturaleza? ¿La razón es como una planta o como botella de vidrio? ¿Todo lo que hace el ser humano para destruir la naturaleza también es parte de la naturaleza? ¿Es natural que un tipo desmonte tres hectáreas de pino del mismo modo que es natural que de un huevo salga un pollo?
Y entonces, no sabe por qué, reflexiona sobre los alcances de la imaginación. Se da cuenta de que no son muchos y de que sólo pueden alcanzar niveles interesantes los que estén 1) bajo las influencias de alguna droga, 2) en sus primeros seis años de vida, 3) locos o 4) soñando.

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