Una vez alguien dijo algo así como que los países son como las paredes.
Ambos se descascaran, se ensucian, hasta que viene alguien que se encarga de
restaurarlos, pintarlos. Siempre se están cayendo y levantando países y
paredes. Tanto unas como los otros existen para separar, son invenciones que
los seres humanos crearon en su afán de dividirse, diferenciarse unos de otros.
Y esa metáfora viene bien para describir el presente de Arthur. Porque si las
paredes son países, el edificio es la Tierra y Arthur está en el cielo. La
terraza: único lugar del planeta en el que no hay países. El mundo pasa debajo de
él, países se rompen, se agujerean, se refaccionan, se empapelan, mientras él
continúa indiferente. Le llega una carta del consorcio, habrá reunión de
inquilinos el martes a las 18 horas, piden que por favor asista, por lo menos,
un representante por departamento porque se tratará un tema fundamental. La
reunión de consorcio es como un congreso de la ONU o el G8. Y Arthur no está en
condiciones de intervenir en las decisiones que marcarán el futuro del planeta.
El edificio en el que vive, el mundo en el que vive, le es ajeno. Sobre todo
hoy, que lo llaman por teléfono, le tiran cartas por debajo de la puerta, le
tocan el portero eléctrico, lo va a buscar hasta la puerta de su casa nada
menos que el presidente del consorcio. Lo necesitan más que nunca. Es que hasta
no tener la firma de todos los propietarios del edificio, no se puede comenzar
la construcción de la pileta en el jardín. Y Arthur prefiere las plantas.
Piensa que lo de la pileta es una locura, es como querer construir un hotel en
la luna.
De todos modos, cuando se despierta el martes a las 23, se pregunta cómo habrá
estado, de qué se habrá hablado en la reunión de consorcio. No llega hasta la
preocupación pero no puede negar que es una incertidumbre que no se le va de la
cabeza. Mientras está en la terraza con una taza en una mano y el control
remoto en la otra, piensa en que, cuando le pregunten, lo más inteligente será
contestar que tuvo un pequeño accidente doméstico, que se chocó la frente
contra el extractor cuando fue a agarrar la pava y que una amnesia temporal
hizo que se olvidara de la reunión.
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