martes, 5 de julio de 2011

acción

Mientras Arthur piensa que si quemaran todas las películas del mundo a él no le perjudicaría, pues, se tiraría un tiro en la cabeza y ya, en la pared hay colores que lo hacen sentir a gusto. La música también es de su agrado. Es raro, pero lo único que le incomoda es que se siente cómodo con lo opuesto a las intenciones que prende trasmitir la película: le es agradable la deshumanización. Y en especial el trato tan burlón, casi obvio, que aparece en la película. No le cae bien Montag, por blando, no le cae bien el jefe de Montag, que cree muy duro. Truffaut lo dirige. Lo agarra de la remera, lo levanta del colchón, Arthur no hace nada, cuelga de la mano invisible que ahora lo suelta en el precipicio y cae en medio del bosque. Hay gente que lo único que hace es repetir guiones de películas de memoria. Cada uno se sabe el guión de una película diferente. Arthur no se sabe ninguno, no está cómodo; tiene frío y extraña a Carnaval. Piensa en que la maestra tiene la misma sonrisa que Anabela, si ésta supiera leer.
Ahora Truffaut le dice que se pare y baje a la cocina. En la cocina le dice: vos te parás acá, girás para la derecha, ponés el agua para el té y te apoyás de espaldas en la mesada. Después aparece Carnaval, vos le acariciás la cabeza y caminás hasta la ventana. Escena última y final: vos contra el marco de la ventana viendo cómo nieva en la calle, exhalás cerca del vidrio, zoom al vidrio empañado, comienzan a aparecer los títulos.

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